Dos especies tan asombrosas como frágiles emergen de los bosques ecuatorianos, desafiando al tiempo y la amenaza humana.
El corazón verde de Ecuador vuelve a sorprender al mundo con el hallazgo de dos especies inéditas y fascinantes: una rana de huesos azules y un árbol de cerezo de flor blanca, ambas descubiertas recientemente en las provincias de El Oro, Zamora Chinchipe y Morona Santiago. Sin embargo, el asombro que provocan estas especies va de la mano con una urgente preocupación: su hábitat está siendo arrasado por la actividad humana.
La protagonista anfibia de esta historia es la Hyloscirtus maycu, una pequeña rana de tan solo 4,3 centímetros, cuyo vientre amarillo contrasta con el azul de sus ingles, axilas… ¡y hasta de sus huesos! Su rareza anatómica la convierte en un verdadero prodigio de la naturaleza. Fue descubierta en las faldas de la cordillera del Cóndor, en zonas nocturnas cercanas a quebradas, y debe su nombre a la reserva Maycu, donde fue vista por primera vez. Tristemente, esta joya anfibia se encuentra amenazada por la minería ilegal y la deforestación, lo que llevó a los científicos a recomendar su clasificación como especie vulnerable en la escala de conservación de la UICN.
El segundo hallazgo es igualmente fascinante: el Prunus luxurians, un árbol de cerezo que puede alcanzar los 11 metros y que despliega un espectáculo de flores blancas entre octubre y enero. Solo se lo ha observado en la reserva Buenaventura, en El Oro. Aunque aún no se ha documentado su fruto, lugareños aseguran que aparece entre julio y agosto. Esta especie, descrita por investigadores ecuatorianos en la revista PhytoKeys, está en una situación aún más crítica: solo existen cinco ejemplares adultos conocidos, lo que pone al Prunus luxurians en la categoría de peligro crítico de extinción.
Ambos descubrimientos, publicados en revistas científicas internacionales como ZooKeys y PhytoKeys, no solo enriquecen el patrimonio biológico del país, sino que también alertan sobre la urgencia de proteger lo que aún queda. Ecuador, tierra de biodiversidad, guarda secretos que podrían desaparecer antes de ser comprendidos por completo.
La naturaleza habla con colores, formas y vida. Solo queda decidir si queremos ser testigos de su canto… o de su silencio.